lunes, 1 de agosto de 2011

Imágenes mentales: ¿Una creación imaginaria?





Nombre del Alumno: Miguel Angel Del Valle Diego.

Materia: Psicología Cognitiva.

Maestría en Desarrollo Cognitivo.

Universidad Madero.


Introducción: Las imágenes a lo largo de las épocas.

Asumir una postura conductista frente a otros organismos no es, después de todo, un desacierto: si no se tiene acceso a las experiencias y sensaciones internas de un animal o de otro ser humano, tal vez sea sensato suspender el juicio acerca de tales experiencias, y ocuparse sólo de las actividades notorias, o al menos de las fácilmente mensurables.

Un psicólogo puede sentirse poco inclinado a asignar imágenes, alucinaciones o sueños a otros individuos, pero negarlos en su propia experiencia fenoménica sería engañarse a sí mismo, una duda que el propio Descartes habría eliminado.

Desde los griegos en adelante las mayoría de los estudiosos de los procesos mentales separarán para su estudio la capacidad humana de convocar “en el ojo de la propia mente” diversos objetos, escenas y experiencias –entidades que no están presentes en el entorno, y que quizás jamás existieron. Al comienzo los filósofos experimentales luego los psicólogos especulativos, y por fin la primera generación de psicólogos experimentales, todos ellos fueron propensos a explorar imágenes mentales.

Ver o palpar el, mundo de los objetos puede ser fascinante cuando se piensa en ello, pero una persona puede transcurrir toda su existencia sin reflexionar ni un solo momento acerca de tales experiencias.

Los seguidores de Wundt indagaron en sus propias imágenes y analizaron concienzudamente los informes de sujetos instruidos acerca de las suyas. Y sin embargo, en menos de veinticinco años ya se planteaban graves dudas sobre la posibilidad de que las imágenes mentales fueran un tema digno de figurar en las publicaciones psicológicas cultas.

Sin duda alguna, ninguna ciencia debía postular un concepto tan vago y confuso como su principal construcción mental, y mucho menos como explicación del modo en que la gente piensa, Por tales motivos, en la psicología académica respetable el espectro de la imagen fue exorcizado durante medio siglo.

Pero a comienzos de la década de 1970, cuando el conductismo ya estaba declinando, los psicólogos informaron acerca de ciertos descubrimientos inexplicables o poco menos si no se acudía a las imágenes (Paivio, 1971).

Los estudios más llamativos en tal sentido fueron llevados a cabo por Roger Shepard y sus colaboradores en la Universidad de Stanford. Él y Jacqueline Metzler en 1971, pusieron a los sujetos frente a dos figuras geométricas solicitándoles que indicaran, lo más velozmente posible, si las dos eran representaciones de un mismo objeto desde distintos puntos de vista.

Era atrayente concluir, que los sujetos hacían rotal mentalmente las figuras, y que cuanto mayor era el ángulo de estas rotaciones, mayor también el camino que debían recorrer para alcanzar la respuesta correcta.

Las notables pruebas de Stephen Kossylyn desarrolladas en 1980, eran sistemáticas y parecían reflejar una capacidad básica del sistema de la cognición. Adema, esas escurridizas imágenes internas desembocaron en una ley psicofísica simple pero muy solida: el tiempo que le lleva a un sujeto juzgar la identidad (o falta de identidad) entre las imágenes es una función monótona de la distancia física entre ambas formas.

Los resultados obtenidos por Shepard se efectuaban para explicar todo el pensamiento en función de una sola especie de mecanismo computacional: el de la computadora digital serial, que procesa una sola clase de información.

El modelo de Stephen Kosslyn.

Kosslyn y sus colaboradores en 1979, emprendieron importantes líneas de investigación fundamentales coordinadas entre si. En primer lugar acumularon datos empíricos a favor de la existencia y la flexibilidad de las imágenes mentales.

Entre los resultados comprobados por el grupo de Kosslyn está: lleva más tiempo recorren la imagen de un objeto de gran tamaño que la de uno pequeño; más tiempo recorren una imagen que se desplaza en tres dimensiones, que otra que solo cruza una superficie plana; más tiempo ver pequeños pormenores en una imagen que rasgos grandes; y es mas difícil imaginar objetos que se sabe escondidos o cultos tras una barrera, que otros que se sabe que están visibles.

Kosslyn y sus colaboradores elaboraron una teoría amplia de esta capacidad. Si bien no fueron tan temerarios como para afirmar que los seres humanos “tienen figuras en su cabeza”, sí defendieron la noción de que existe una forma “cuasi figurativa” de representación mental llamada “imagen”. Y sostuvieron que esta forma de representación mental es tan importante como la forma proposicional, a la que se le apela mas habitualmente para comprender la cognición.

Según Kosslyn, las imágenes se componen de dos elementos principales: la representación de superficie es la entidad cuasi figurativa de la memoria activa, acompañada por la experiencia subjetiva (el termino es de Kosslyn) de formarse una imagen. (Gardner, H. 1987).

Las imágenes son como visualizaciones espaciales temporarias en la memoria activa que se generan a partir de representaciones más abstractas alojadas en la memoria de largo plazo.

En la generación de imágenes interactúan los recuerdos descriptivos (semejantes a un lenguaje) y los figurativos. Lo que ocurre es que el sujeto, basándose en su memoria de largo plazo, puede generar imágenes, fragmentarlas de diversas maneras, someterlas a distintas transformaciones y clasificarlas en categorías semánticas.

El modelo de Kosslyn incluyen los siguientes elementos: un medio de visualización, semejante a un tubo de rayos catódicos; técnicas para la formación de una imagen sobre esa pantalla; y técnicas para interpretar y transformar la información que aparece en ella.

Simulación por computadora.

En la actualidad, cuando en psicología se posee la descripción detalla da de un proceso, es conveniente (y amén de ello está de moda) tratar de desarrollar el modelo de computadora - como procuraron hacer Kosslyn y sus colaboradores -. Ellos postularon dos clases de estructura de datos. La primera consiste en una matriz de superficie, que representa a la imagen misma. Esta estructura de datos-imágenes está representada por una configuración de puntos dentro de una matriz; esta ultima corresponde a un reten visual, un medio espacial empleado para sustentar las representaciones que posibilitan la visión, tanto durante la percepción como durante la “formación de imágenes” (imaging). A medida que cada persona llena selectivamente determinados casilleros de esta matriz, va obteniendo una imagen casi figurativa.

El segundo conjunto de estructuras de datos consta de los archivos de memoria de largo plazo, que representan la información utilizada para generar las imágenes. (Gardner, H. 1987).

Estos conjuntos de estructuras de datos se aplican a tres procesos imaginales: rutinas para la generación de imágenes de superficie, para la clasificación de estas imágenes o de algunas de sus partes, y para la transformación de las imágenes.

Kosslyn y sus colegas dan un ejemplo muy esquemático que ilustrar como se activan, en programa de computadora, estas fuentes de datos y procesos. Por ejemplo, para generar la imagen detallada de una silla, se empieza por un procedimiento llamado IMAGEN, que construye un bosquejo de la silla y luego busca información fáctica sobre los nombres de sus partes, almacenada en la memoria de largo plazo. Puede encontrar, verbigracia, que las sillas están tapizadas, y que esta tapizado forma parte integral del objeto. A continuación, los procedimientos llamados PONER y ENCONTRAR localizan la parte pertinente de la imagen (el asiento) mediante una serie de procedimientos que la describen, Una vez hallado el asiento, la operación ENCONTRAR repasa información dada en coordenadas cartesianas, sobre el lugar que a esta parte le corresponde dentro de la imagen. Una vez computados el lugar y el tamaño, se activa una rutina denominada FIGURA y la parte en cuestión se integra dentro de la imagen global (Kosslyn et al. 1979, pág. 542).

En muchos sentidos, puede decirse que el programa de Kosslyn es prototípico de lo empeños de la ciencia cognitivista, En primer lugar, aborda una serie de cuestiones filosóficas de antigua data a través de un programa sistemáticos de investigación experimental. Además, se ocupa sin rodeos del nivel de la representación mental, a la par que evita muchas de las debilidades de intentos anteriores por postular y utilizar constructos sobre las imágenes mentales. En tercer término, si bien su raíz primaria está en la psicología, se apoya en gran medida en un modelo de simulación por computadora.

El debate en torno de la concepción de Kosslyn y Shepard.

Como cualquier aporte que despierta muchos interés, la obra de Kosslyn fue criticada por todos en todos sus aspecto; se le impugno la ingenuidad de su teoría, el halo místico con que aparentemente quería rodear las imágenes mentales, y hasta sugirió la posibilidad de que su muestra experimental incluyese solo sujetos sugestionables, en quienes podía influirse mediante las consignas o que tal vez se confabulaban para dar sus testimonios.

A Kosslyn se le objeto que su modelo no manejara los aspectos tridimensionales de las imágenes. Su discípulo Steven Pinker procedió a demostrar que, una vez inspeccionada una escena tridimensional, el sujeto la imagina en tres dimensiones; vale decir que el tiempo que le lleva explorar los objetos disminuye en forma proporcional a las distancias tridimensionales efectivas entre los objetos y no a las distancias bidimensionales que presenta una fotografía de la escena.

Ronald Finke, otro de los colaboradores de Kosslyn, estudio un fenómeno, la percepción de colores complementarios como postimágenes, acerca del cual nada saben quienes no de dedican a la psicología. Vino en apoyo de la posición general de Kosslyn un hallazgo efectuado por Martha Farah en 1984, según el cual al menos unos de los componentes de su modelo, el de la generación de imágenes puede ser anulado aisladamente por una lesión cerebral. (Gardner, H. 1987).

Tal vez a raíz de los fecundos experimentos que emanaron del laboratorio de Kooslyn, las criticas más elocuentes no se centraron en los fenómenos ni en los hallazgos, que parecen razonablemente sólidos, sino mas bien en su pretensión de que existe una forma separada de representación llamada imagen, que tiene propiedades idiosincrásicas y opera con independencia de la forma canoníca de representación mediante proposiciones. Algunos como John Anderson y Philip Johnson-Laird, cuestionaron la validez de estas pretensiones. Basándose en ciertos argumentos lógicos. Anderson sostuvo que, en cualquier corriente de experimentación, se pueden desarrollar explicaciones en términos de proposiciones o de imágenes, y en principio no hay modo de aseverar cuál de estas explicaciones es la correcta. Para diversas finales, como la resolución de cierta clase de problemas sea razonable que los seres humanos utilicen imágenes, o como prefiere denominarlas Johnson-Laird, “modelos mentales” (Johnson-Laird, 1983).

Los agudos argumentos de Pylshyn contra las imágenes.

Sin embargo, otros comentaristas de la obra de Kosslyn han sostenido que lisa y llanamente este está equivocado. Su más inquisidor y tenaz oponente ha sido tal vez el canadiense Zenón Pylshyn, psicólogo y especialista en computadoras, quien publico alrededor de una docena de artículos importantes destinados, todos ellos a refutar que las imágenes merezcan tomarse en cuenta como una forma separada de representación mental. Según este autor, la imagen no es más que el producto de reglas y proposiciones codificadas simbólicamente, al igual que las creencias y los objeticos del sujeto. Este investigador acuño la expresión arquitectura funcional, con la cual aludía a los mecanismos básicos de procesamiento de información del sistema, respecto de los cuales basta con una descripción no representacional. La arquitectura funcional incluye las operaciones básicas que el sistema biológico permite, así como las limitaciones intrínsecas de este (por ejemplo, la magnitud de la memoria, la capacidad del reten (buffer), la lista de operaciones admisibles, etc.).

Pylyshyn distingue dos tipos de procesos fundamentalmente distintos: aquellos para cuya explicación se requiere recurrir a ciertas clases de representaciones y aquellos otros que no lo demandan. Los procesos que exigen apelar al nivel representacional son denominados por él cognitivamente penetrables: pueden ser (y habitualmente son) afectados por los procesos simbólicos del sujeto, incluidas sus creencias, deseos, etc.; las inferencias avaladoras quedan fuera de la arquitectura funcional En contraste con ello tenemos las capacidades cognitivamente impenetrables: estos procesos firman parte de la arquitectura funcional y se ejecutan de un modo automático y circunscripto, siendo inmunes a las creencias del sujeto.

Si se presume que los resultados obtenidos por Kosslyn contribuyen a nuestro conocimiento del modo en que opera la mente, estas funciones deberían ser cognitivamente impenetrables: se aplicarían en todos los casos en que presuntamente hay envueltas imágenes. Pero –sostiene Pylyshyn – uno puede de hecho modificarlas: son cognitivamente penetrables. Dicho en términos más concretos, puede desplazarse la atención de un lugar a toro dentro de la imagen, con la misma facilidad con que se puede modificar la velocidad de su escrutinio, lo cual evidencia que estas operaciones están a merced de las ideas y creencias propias.

La conclusión de Pylshyn es que lo más verosímil es concebir una serie de procesos biológicamente determinados –insertos en el soporte físico, por así decir – y otra serie de símbolos abstractos o de proposiciones que pueden manejarse en forma simple mediante un conjunto de reglas en un programa de computadora. Las imágenes no forman parte del soporte físico, y debe considerárselas, entonces, epifenómenos secundarios a la manipulación de los elementos simbólicos.

Por más que Phlyshyn creía que su teoría es más económica al postular una única modalidad de representación mental, la de Kosslyn permite manipular una amplia gama de datos que Pylyshyn ha sido incapaz de abordar de modo satisfactorio.

Phlyshyn entiende que los argumentos a favor de las imágenes presentan una perturbadora circularidad. A su modo de ver, una teoría de los procesos cognitivos debe ser capaz de explicar como alcanzan las imágenes sus presuntos poderes.

Las ideas de Pylyshyn, dice Losslyn simplemente no son productivas: por ejemplo, pese a su criterio sobre la impenetrabilidad cognitiva, no ha podido citar ningún ejemplo (más allá de los procesos perceptuales más elementales) de un proceso que sea insensible a las creencias, deseos y otros fenómenos intencionales. Kosslyn tiene en su favor el peso de los daros experimentales; al hacer alguna formulación respecto de las imágenes o al practicar una simulación, puede invocar gran cantidad de datos en apoyo de sus afirmaciones, Ya he dicho que en la actualidad existen pruebas neurales que sustentan su modelos. Desde luego, como Pylshyn está empeñado en una argumentación básicamente conceptual, no es probable que sea persuadido por ningún nuevo estudio empírico.

George Rey en 1981, formula algunas inquietantes preguntas: si las imágenes parecen existir en dos dimensiones ¿en qué clase de espacio viven? ¿Acaso la imagen psíquica tiene en realidad los brillantes colores que presenta la configuración física “en vivo”? Rey pone en tela de juicio el seductor modelo de Kosslyn. Los ojos del ser humano perciben los tubos de rayos catódicos –afirma- pero sin duda no hay ningún otro ojo escondido en los pliegues del cerebro. A menudo la gente informa haber visto cosas que en realidad no existen; y quizás, al respecto, lo que habría que hacer es explicar lo que informan las personas, incluida su relación de imágenes, en lugar de tratar de estudiar imágenes cuya existencia no tengan tal vez ningún sentido significativo. (Gardner, H. 1987).

Una crítica basada en Wittgenstein.

Esta corriente crítica recibió mayor impulso aun de William Shebar en 1979, un filósofo que trabajo con Kosslyn y luego sometió alguna de sus ideas a una crítica basada en la concepción de Wittgenstein.

Según Shebar, un examen minucioso del lenguaje empleado al especular sobre las imágenes revela las numerosas trampas allí contenidas. No debe concebirse la imagen como una cosa, pues ¿Qué clase de cosa sería? Es preferible hablar de la acción de imaginar, que es algo que legítimamente hacen las personas.

La crítica de Shebar a los estudios sobre las imágenes puede llegar a ser devastadora también para otras aéreas de la psicología que juegan con las representaciones internas. Desde su perspectiva, pese a que los psicólogos creen que están estudiando procesos, en realidad lo que hacen es examinar los efectos que tiene adoptar un cierto modo de referirse a los objetos.

La concepción wittgensteniana plantea profundos interrogantes a la ciencia cognitivista. Esta disciplina en principio se basa en la premisa de que es válido hablar de representaciones internas; o sea, que estas se hallan en un nivel distinto que la célula nerviosa de la fisiología y que las normas de conducta de una comunidad. Wittgenstein no estaba dispuesto a comprender esta premisa, aunque eludió las críticas conductistas unilaterales a los “constructos internos” y propuso una elaborada concepción acerca del modo en que la comunidad permite conceptualizar el mundo.

El escepticismo de tipo wittgensteniano podría empero, ser válido en cierto aspecto. Suponiendo que sea defendible la descripción estricta que hace la ciencia cognitiva de la percepción verídica, y también de esa percepción de segundo orden implícito en las imágenes mentales, aun así estas formas de actividad psíquica podrían llevarse a cabo, total, o al menos parcialmente, sin referencia al lenguaje ni a sistemas conceptuales organizadores. (Después de todo, bien puede ser que los animales que carecen de lenguaje tengan imágenes: y poca duda cabe de que perciben en forma similar a los seres humanos). No obstante, cualquier ciencia cognitiva digna de ese nombre tendrá que explicar, asimismo otras capacidades cognitivas, muy infiltradas o penetradas por los procesos lingüísticos y conceptuales. En este terreno, la ciencia cognitiva enfrenta los problemas más inquietantes (…) y también los que más profundamente preocupan a los seres humanos.

Conclusión.

En esta lectura pude conocer las diferentes investigaciones que se han realizado en torno al manejo de las imágenes mentales y que a pesar de que ha habido detractores de ellas, las teorías de Shepard y Kosslyn han sido las que han llevado la guía del camino a seguir dentro de las mismas. A pesar de que investigadores como Pylyshyn y George Rey han cuestionado y negado la efectividad del trabajo de los primeros dos investigadores arriba mencionados, sus postulados de los últimos no han sido considerados por la mayoría de los estudiosos del tema a diferencia de los que ellos han cuestionado tan crudamente.

No así la corriente basada en Wittgenstein impulsada por el Filósofo William Shebar, que ha tenido un amplio número de seguidores y que hace un cuestionamiento enorme a la ciencia cognitiva.

Referencias.

Paivio, A. (1971). Imagery and verbal processes. New York: Holt, Rinehart and Winston.

Johnson–Laird, P. N. (1983) Mental models: Toward a cognitive science of language, inference and consciousness. Cambridge, Massachusetts. Harvard University Press.

Gardner, H. (1987). La nueva ciencia de la mente: Historia de la revolución cognitiva. Barcelona: Paidós, pp: 349-365.

Kosslyn, S. et al (1979). On the demystification of mental imagery. Behavioral and Brain Sciences, 2, pág: 542.

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